La flor que se abre no lo hace de golpe. Primero respira. Se despereza suavemente, se deja llevar por el aire, se estira hacia la luz… hasta alcanzarla. Es un susurro que crece en silencio, una transición sutil y con propósito.
Así también nace cada par de NARCISA: sin apuro, con capas que se suman con intención. Un trazo, un molde, una textura, cada detalle floreciendo como en la naturaleza. NARCISA es esa pausa que permite que lo bello suceda. Donde el detalle florece y se vuelve extraordinario incluso en la rutina.